Campana de Largada - Turf Argentino

La familia del turf está de duelo. Este lunes nos enteramos de la muerte de un gran tipo, de un excelente entrenador. Se nos había escapado en la mañana del 30 de mayo. Hizo todo lo posible para quedarse con nosotros, pero le fue imposible resistir no estar trabajando en su stud con los caballos, su pasión, su vida, su razón de ser.

Nos deja a su hijo Mauro con toda la responsabilidad de entrenar a los caballos de un stud importantísimo como lo es el Firmamento.

Me imagino el dolor de su mejor amigo, Juan Carlos Bagó. Que en el último tiempo le abrió las puertas a ese muchachito joven, a sabiendas que aprendió y mucho de Miguel. Un extraordinario entrenador de caballos de carrera, artífice de grandes hazañas con las hembras, principalmente. Y para ello un Haras de primera línea tiene que tener un trainer que le permita llevar madres para su establecimiento de cría. Y Miguel lo hizo, lo forjó como ningún otro cuidador. Casi que no hace falta decir que ha ganado todos los clásicos, inclusive su última hazaña fue la que realizó con la tordilla Kalath Wells, venciendo en los dos Grandes Premios Selección (G. I) de La Plata y de Palermo.

Y la lista sería interminable. Ganó la Polla con la extraordinaria Miss Terrible, la Copa de Plata con Kalath Wells, Halo Ola, Empeñosa Fitz, la Juvenile Fillies en las Carreras de las Estrellas; El Atucha con Kascura y con Saldeable, y las 1000 Guineas, y el Gran Premio de Potrancas, y el Gran Premio Eliseo Ramírez, y el Unzué y tantos otros.

Cuando Juan salía al aire en los programas de televisión no se cansaba de decirlo, “el que logró todo esto es Miguel García”. Y el flaco, con perfil bajo, se escondía entre los que lo abrazaban y lo palmeaban por su excelente trabajo.

Tipo agradecido, siempre lo nombró a Bagó como su gran amigo, como el hombre que le dio esa gran oportunidad. Cuando se le comentaba sobre su sapiencia en el arte de entrenar caballos de carreras, decía “Soy un gran cuidador, nunca se me escapó un caballo del stud”.

Risueño, por momentos pensativo, tuvo sus problemas, algunos graves, otros no tantos, pero él sabía que Juan Carlos Bagó estaba a su lado, cuidándolo, tratando de llevarlo por el mejor camino. Porque lo quería y mucho. No había momento más preciado cuando ganaba una carrera, clásica o común, rápido, subía al palco. Juan lo aguardaba con un habano. Y entre ese humo compinche se agradecían mutuamente de estar juntos. Era como un ritual, una cábala, un festejo silencioso, cuando se guardaban el aroma inflando los pómulos y luego lo largaban como si fuesen serpentinas, estrellas, fuegos artificiales, para la celebración de un esfuerzo tremendo por criar lo mejor y ganar.

Cuando Falero me preguntó si sabía lo que había pasado y me contó, se me aflojaron las piernas. Miguel era un gran tipo, querible mil por mil. Y sabía de su oficio.

Es que los García vienen viajando de generación en generación junto a los caballos de carrera. Y eso no se compra, se mama, se aprende de estar todo el día en el stud, junto al caballo. Trabajando más de peón que de otra cosa. Uno, en esos casos, no aprende, agrega sabidurías, porque se nace sabiendo.

Es el legado que le deja a Mauro. Una herencia de ricos…

Que descanses en paz…